martes, 27 de noviembre de 2007

Marzo 2007

Maldita suerte. Maldita Luna que nos hizo presos de todo lo que exigimos. Malditas tus palabras que dicen lo que yo no he sabido decir. Malditas las canciones por apresarnos. Maldito mundo por verlo de forma distinta.
Maldito tú, rebelde en peligro de extinción. Maldita nuestra libertad por estar cautiva.

Sólo deja que pase la noche,
sólo el aire, la suerte,
y en mis ojos, tú y yo.
Siempre los mismos.

Por todo (Abril 2007)

"El todo no siempre es la suma de las partes. El todo puede ser menor o mayor que la suma de las partes. De hecho, el todo sólo es igual a la suma de las partes, cuando las partes se ignoran entre sí" (Almudena Grandes - El corazón helado)

Y añado, que incluso las partes pueden destruir al todo y viceversa. Y también, cómo no, las partes pueden TODO lo que se propongan.
500 noches cantaba un dios. Yo creo que alguna más. Esta vez nada se detuvo, rescatamos (con una sonrisa melancólica pero bonita) el pasado. Para aprender, supongo. O para recordarlo, que ya es mucho.
Ni mejor ni peor, distinto. Porque las cosas cambian y me enseñan que nada es tan malo, ni tan bueno. Las manos más maduras como los ojos, pero aún se amoldaron a las tuyas efímeramente, pasando de largo. Volando al final como mariposa que soy.
Ahora, no espero nada más que se te dibuje una sonrisa si alguna vez te acuerdas. Y que vuelvas a soñar como antes.
Llámame cuando te apetezca y cambiamos el mundo.
....Dije que escribiría.

Por la memoria

Desde pequeña, casi recién nacida veraneaba allí. Antes incluso pasaba las navidades, algún puente que otro. Ahora cada vez los meses se hacían más estrechos, pero agosto y Semana Santa siempre acariciaban su cara con el aire del cerro.
Desde pequeña, cuando no había piscina, cuando no había nada que hacer se perdía con su prima por aquellas calles, a sabiendas de que las conocían como la palma de su mano. Pequeña como ella.
Pero esta Semana Santa anterior fue distinta, la gente fue más tarde o tal vez ella demasiado pronto. Así que mataba el tiempo dándose una vuelta cada tarde, quedándose parada donde nadie la percibiese. Y observaba.

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En su casa nunca se hablaba de la guerra. Ella había aprendido a callarse en la hora de la cena, más en presencia de su abuela que era, por otra parte quien más ganas tenía de hablar (de todo).
En su casa nunca se hablaba de la guerra. Porque unos vencieron y otros perdieron. Y su abuela se enorgullecía de haber ganado:
- Aquí no se mató a nadie, decía, aquí mi padre dijo que no se mataba a nadie. Y solo llegaron los de La Coronada y mataron a un Guardia Civil. Aquí se vivió mal, porque había hambre, pero como en todos lados. Pero no se mató a nadie.
Y su otro abuelo, que toda su vida trabajó para el resto, su otro abuelo que se fue de voluntario con las juventudes comunistas a Azuaga a sus 16 años, nunca habló de la guerra. Y por eso yo me enteré tras morir él.
Hay gente que nace entre trapos de seda, y gente que nace para ser trapo.
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Y pasaba ella deteniéndose en la Cárcel vieja, donde sabía que sus abuelos y tíos mayores habían estado. Y miraba para ver si se quedó encerrada la memoria entre los muros de esas paredes, para ver si desde lo alto de la Torre se podía oír un eco pidiendo libertad. Y no oía nada. Tremenda pena.
Entonces ella volvía para casa, pensando que igual no pasó nada. Que la gente había olvidado. Pero ahí estaban los muertos, aunque no se hubiese matado a nadie en el pueblo. Ahí estaban los muertos de hambre, los que tenían caleras y los que no, los jornaleros, y los que como su bisabuelo se ahorcaron porque no tenían nada que dar a sus hijos. Y por eso ella quería recordar.


.... Venceremos amor, te lo juro....

Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido...



Buscamos, arrastrados por la locura, encuentros. Momentos con él en un ascensor, miradas antes de que pase el siguiente metro. Pretextos para poder iniciar una conversación, cuando lo que queremos es anudarnos en sus piernas.
Buscamos, sin embargo y estamos a la espera de los días pares en los que él va a hacer la compra, los viernes de borrachera en los que puede acercarse el delirio. Deseamos aunque sea que nos pida que le cuidemos de su resaca al día siguiente. Egoístamente incluso, queremos estar ahí cuando el llore. Y abrazarle.
Buscamos cursos para aprender a hacer malabares con el destino, para convencer a la Luna de que salga antes para él, y así arrancarle una sonrisa de la boca.
Y el tiempo pasa, y uno de los dos ya se ha cansado. Y la otra parte se queda dándose golpes contra el calendario, observando todos aquellos ratos en los que podía haber dicho te quiero, en los que podía haber tocado el cielo con él. Entonces busca su voz en las canciones que hizo y su poesía en cada uno de sus mensajes.
Y el tiempo pasa, y el otro hace su vida con alguien que no se lo pensó 2 veces, con alguien que decidió amar hasta que el cuerpo aguante.



Me quedo con los restos de tus palabras, con tu respiración, tu inspiración y la furia.